Alma y su Salvador
Alma no era una chica como todas, bueno, en realidad ninguna chica es como todas, cada una tiene su encanto, o su especialidad, pues Alma era especialista en sonrisas, no había mal día, dificultad, ni tristeza que Alma no pudiera enfrentar con una sonrisa. Como plus estaban sus amigos, un grupo de muy buena gente con los que desde hacía años compartía viajes, salidas, cumpleaños, se veían al menos una vez a la semana para ponerse al día, ir al teatro o a comer.
Pero ya estaba frisando los treinta y tenía unos cuantos sueños por cumplir, deseaba encontrar a alguien con quien compartir sus anhelos, alguien que la amara y la hiciera sentir especial y aún no había encontrado a nadie que quedara prendado de su confortante sonrisa.
Fue una noche de marzo la que cambió definitivamente su vida, era la víspera de su cumpleaños y fueron con el grupo a festejarlo a un pub que acababan de inaugurar, decían que había cocina de autor y espectáculos, pintaba bueno. El lugar estaba muy bien ambientado, las mesas vestidas y los centros de mesa con velas le daban un aire muy romántico al lugar. Se sentaron cerca del escenario, en el centro se destacaba un enorme piano de cola, con una rosa roja apoyada sobre el teclado.
Después de una larga y relajada cena empezaron los brindis, eran casi las doce de la noche, Alma estaba radiante, su cuerpo parecía querer escapar de su vestido blanco, las mejillas estaban encendidas y su sonrisa brillaba más que nunca.
De pronto se apagaron todas las luces y se comenzó a escuchar a lo lejos una voz profunda y vibrante que se acercaba entonando a capela un meloso-¡Happy birthday to you, happy birthday to you, happy birthday dear Alma!... Sintió que una mano tibia y segura tomaba la suya y la hacía subir al escenario, cuando se encendieron las luces Alma no escuchó los gritos de sus amigos, ni el aplauso de toda la audiencia, ella solo podía escuchar esa voz cautivante y el sonido de su corazón desbocado, luego cuando Él la tomó de la cintura para invitarla a bailar, su respiración siguió el ritmo de ese tórax de tenor y sus ojos solo estaban para esas profundas pupilas negras.
Después vino la torta, las treinta velas y los abrazos de sus amigos, pero por más que intentó, no pudo volver a concentrarse en lo que sucedía en la mesa, no podía dejar de mirarlo mientras cantaba, ni de observar cómo el haz de luz de un spot iluminaba su cabello azabache, ni cómo entrecerraba esos ojos achinados, ni la mueca sensual con la que agradecía los aplausos.
Se quedaron hasta el final, cuando terminó de cantar Salvador Quinteros Fuertes se acercó con la rosa roja en la mano y sin dar ni media vuelta la invitó a desayunar, Alma no pudo dejar de aceptar y ya no pudo separarse de él. A medida que pasaba el tiempo Él iba sorprendiéndola cada vez más, la iba conquistando de una manera tan romántica y a la vez tan excitante que Alma se sintió bendecida. No alcanzaba a entender cómo alguien tan atractivo y con tanto magnetismo se podría sentir atraído por una chica simple como ella.
¡Es EL, pensó ella, ¡al fin apareció ese hombre que tanto había estado esperando! Tenía que cuidar muy bien esa relación. No lo llamaría por tonterías, ni trataría de saber todo el tiempo qué estaba haciendo y con quién. Pero cuando estuvieran juntos se entregaría por completo.
Sin embargo Salvador veía indiferencia en esa actitud y le reclamaba más atención, al mismo tiempo que la colmaba de regalos, estaba disponible para lo que ella necesitara a toda hora y no dejaba de decirle que sin su amor no podía vivir.
Ella siempre había sido espontanea, sabía lo que quería y solía expresarlo sin tapujos, pero Salvador había logrado descubrir un aspecto de su personalidad que ella misma desconocía, Alma no sabía que era tan apasionada, en la intimidad era arrolladora, pero el fuego la hacía brillar más allá de sus encuentros, su sonrisa era cada vez más brillante y se sentía dueña del universo. Alma se había enamorado.
A Salvador no le convencía mucho compartirla con los demás, no le hacía escenas por sus salidas con sus amigos, pero tampoco aceptaba acompañarla y se quejaba del poco tiempo que tenían para estar juntos y de la forma en que ella malgastaba su dinero en vez de ahorrar para el futuro.
Cuando veía que ella estaba organizando alguna salida con amigos trataba de tentarla con algún programa especial solo para parejas, hasta que lograba hacerla desistir, si ella no quería acompañarlo se ponía de mal humor y no le dirigía la palabra, Alma salía igual, pero terminaba por arruinarle la salida. Más de una vez, arrepentido, de improviso se presentó en los lugares donde ella estaba con sus amigos y delante de todos mientras la abrazaba y la besaba apasionadamente, le decía cuánto la amaba… ¡Qué afortunada! ¡Cómo te quiere! Decían todos…Pero ella, por alguna razón, no se creía tan afortunada y además se sentía culpable por ser tan desagradecida… tanto amor y dedicación le brindaban y ella ¡no podía ser feliz!
Como él la notaba rara, la buscaba todos los días a la salida del trabajo… Y le dedicaba más tiempo aún…Tiempo en que intentaba convencerla de que necesitaba un cambio de imagen, un nuevo peinado, ropa diferente, otro look. A medida que ella iba cambiando, él le demostraba más devoción.
También invertía un buen tiempo en hablarle mal de sus amigos, que a estas horas ya se habían convertido en sospechosos de un complot contra la pareja. Un día logró que ella empezara a dudar, a “atar cabos” y a preguntarse si él no tendría razón… ¿y si no eran tan amigos como parecían? Porque cuando ella les contaba cómo era Salvador, le decían que tenía que separarse un poco de él, que necesitaba más aire.
Alma se fue alejando del grupo y se apegó más a él, porque desconfiaba de todo, hasta de ella misma. Empezó a pensar que era hora de ponerse seria y sentar cabeza de una vez por todas. Aceptó por fin que Salvador se fuera a vivir a su departamento. Ahora estaban más tiempo juntos, compartían más cosas y también discutían más.
Un día por un tonto desacuerdo él le pegó una cachetada, Alma al principio se quedó paralizada, no podía salir de su asombro, después se encerró en el cuarto y lloró durante horas, nunca pensó que a ella le podría suceder algo así. Él le rogó que lo perdonara, no sabía por qué había actuado así, ¡es que la amaba tanto! ¡Y tenía tanto miedo de perderla!
Pero esa no fue la única vez, las discusiones se repitieron, como también se repitió el pedido de disculpa seguido de un asombroso sexo reconciliador. Pero Alma empezó a sentir que le faltaba algo, como si una parte de su ser estuviera borrosa, notaba que su vida se había tornado áspera y monótona, que se había estado descuidando un poco, había aumentado unos kilos, ya no se maquillaba ni se arreglaba con tanta dedicación como antes y… su sonrisa había desaparecido. Comprendió que necesitaba un cambio…¡ pero es que había cambiado tanto ese último tiempo!…tanto, que ya no sabía quién era realmente, entonces, pensó que quizás no era ella la que tenía que cambiar. Sabía que lo amaba, cómo no lo iba a amar si él vivía para ella, pero sentía que él no le daba todo lo que ella necesitaba.
Una noche, Salvador llamó para decir que tenía una reunión de trabajo y que volvería muy tarde. Era viernes, el día en que su “ex” grupo se juntaba a cenar, después de pensarlo un poco, Alma llamó a su “ex” amiga Silvia para preguntarle dónde se juntaban, se arregló, como antes… y salió rumbo al restaurant que quedaba a pocas cuadras de su casa.
Mientras caminaba sintió una sensación extraña, como si la observaran, pero la desestimó ¿se estaría volviendo loca?, estaba feliz de reencontrarse con sus amigos y al mismo tiempo se sentía culpable por no haberle dicho a Salvador que saldría. ¿Por qué no se lo había dicho? Si no estaba haciendo nada malo… Disfrutó mucho de la reunión, se sintió libre, se rio a carcajadas como en las buenas épocas, después de cenar volvió a su casa, los chicos insistieron, pero no pudieron convencerla de que siguiera con ellos de parranda.
Mientras caminaba sintió otra vez esa sensación rara, pero no hizo caso, estaba feliz de haberse reencontrado con sus viejos amigos, de haber sido ella misma nuevamente.
Llegó a casa, se desvistió y se metió en la cama. A los pocos minutos sintió el ruido de las llaves en la puerta de entrada, apagó rápidamente la luz y cerró los ojos, se abrió la puerta del dormitorio, sentía que él estaba parado junto a la cama, pero no se movió, luego de algunos segundos sintió la respiración de él junto a su boca, pero no se movió, entonces él, con una fuerza poderosa la arranco de la cama, tomándola del pelo la arrastro hasta el baño y la metió en la bañera, mientras abría la canilla le golpeaba la cabeza contra los azulejos, un dolor intenso y una luz fuerte y blanca fue lo último que Alma recuerda.
Cuando se despertó en el hospital su vecino Julio le contó que la había salvado de morir ahogada gracias a que el agua de la bañera se escapaba por debajo de la puerta, y que a su lado en el piso encontró a Salvador, que con unas tijeras había acabado con su propia vida.
Cuando escuchó el relato de Julio, Alma, sin querer, dejo escapar un suspiro de alivio.
Adriana Cinto
Publicado en SIGNOS (Ser Seres Ediciones)
ISBN 978-987-42-2821-5