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Encuentro


Me esperaste, lo sé.


¿Acaso no has entendido que te alcanzaré

cuando menos lo aguardes?

¿Acaso no sabes que mis pasos

no son los que marcan las agujas del reloj,

que anuncian las horas de un tiempo tirano

que tratas de detener con tu espera silenciosa,

en un intento inútil de capturarme,

para no soltarme jamás?


No me esperes más.

No me esperes más en esa silla quieta y solitaria

No me esperes más en un cuarto oscurecido

por las cortinas de la tristeza y la melancolía.

No me esperes más en un vocero de malas noticias.

No me esperes más frente a la mesa solitaria

y un café no compartido.


Me encontrarás.

Si persigues con tus ojos claros el juego serpenteante del alma

y elevas la mirada hasta que se confunda con la eternidad.

Si descorres el paño cómplice de tu encierro

y dejas entrar la luz.

Si construyes barcos que porten redes

y te dejas llevar por aguas que te conduzcan a mares desconocidos.

Si fabricas alas con las hojas de tus días y te animas a volar.

Si te envuelven los aromas que trae la vida.

Si esa mesa ya no está vacía.

Si tu boca besa y sonríe a pesar de todo

y tus manos se extienden

y tus brazos abrazan.


Cuando no esperes pero te llenes de esperanza.

Cuando confíes.

Cuando lo observes todo y todo te dé alegría. O tristeza.

Y corran por tu rostro lágrimas de emoción dejando surcos perennes.


Sólo así acudiré a tu encuentro.

Sólo entonces me encontrarás.

Sólo entonces me reconocerás.

Y pronunciarás mi nombre.


Poema inspirado en el cuadro del artista plástico Rubens Ettomi

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