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Una y otra vez


Foto de: Maria Laura Rosich



Un domingo a la mañana, Cristina recibió el llamado de un viejo amigo, Facundo, anunciándole que la iba a visitar ese mediodía. Ella lo adoraba con el alma y sentía que la conexión que tenían venia de otros tiempos.

Llego el mediodía y cuando sonó el timbre se apresuró a abrir la puerta. Antes de que pudieran saludarse se abalanzaron sobre ellos dos delincuentes armados gritando -Danos la plata ya mismo.

Cristina mantuvo la calma y se dirigió a una caja que tenia sobre una mesa, la abrió y entrego el contenido al ladrón quien no se conformo y empezó a gritar y a amenazar con matarla si no le daba más.

- Es todo lo que tengo, dijo ella pero en ese momento el hombre enfureció y apretó el gatillo.

En cámara lenta ella vio como Facundo se interponía entre la bala y ella y los dos criminales escapaban al mismo tiempo que Facundo caía al piso.

Luego todo se volvió borroso hasta que ella se encontró en una sala de un hospital al lado de Facundo conectado a varias maquinas.

- Lo único que podemos hacer es esperar ahora, le dijo un hombre con guardapolvo blanco.

Pasaron las horas y su confusión la abrumaba, a su alrededor médicos, enfermeras y policía iban y venían.

De repente, fue como si se trasladara a otra dimensión. La habitación se convirtió en una taberna; el tiempo no era el presente, estaba en el pasado, ella llevaba un vestido azul con el pelo recogido, Facundo estaba sentado frente a un piano y alrededor había mucha gente fumando y bebiendo. Era un lugar repugnante, lleno de humo y olor a alcohol, entre las caras ella podía reconocer a alguna gente de su presente. Escuchó como alguien decía que ella y Facundo eran hermanos abandonados al nacer, recogidos por el dueño de la taberna que al crecer los había puesto a trabajar allí. Ambos eran muy jóvenes, no más de veinte. Ella podía sentir como ninguno de los dos era feliz allí, que solo aceptaban ese destino porque nadie les había enseñado a querer ir por más. Unos segundos más tarde, se sintió como flotando en una habitación, su cuerpo yacía muerto sobre la cama y Facundo lloraba a su lado diciendo: “Yo debí cuidarte más ¿Por qué no te saque de acá?”. Un hombre la había estrangulado. Ahí estaban los dos, ella muerta y el sólo sin saber que iba a hacer de allí en adelante sin la única persona que lo había acompañado toda la vida.

De repente volvió de ese sueño sin estar dormida, sabía perfectamente que no había soñado pero ¿De cuándo era ese recuerdo?

Sintió la mano de Facundo moverse entre sus dedos y volvió a entrar en un estado atemporal. Por las ropas parecía estar en una vida justo anterior a la presente. Eran amigos también, pasaban horas estudiando en la Universidad pero él se iba a probar suerte a otro país .De vez en cuando se escribían largas cartas contándose sus vidas. Un día la portera de su edificio le avisó que un señor llamado Facundo había pasado a verla. Como ella creía que el estaba del otro lado del mapa le contestó: “No conozco a ningún Facundo”. Pero allí estaba él, su amigo querido, parado en el umbral. Se abrazaron con mucha alegría y luego se sentaron a tomar un café y él le contó que había regresado porque por los problemas políticos del otro país había tenido que salir casi con lo puesto después que alguien había asesinado a un hombre con el que compartía departamento y aunque había testigos del hecho temía que lo incriminen. Cristina percibía la angustia que él sentía y como si el tiempo diera un salto cuántico vio como el tomaba un arma, se apuntaba a la cabeza y ella corría a quitársela y al forcejear la bala impactaba en su pecho matándola en un instante.

No entendía bien porque todas esas imágenes aparecían frente a ella. Intentaba asegurase de estar despierta. Las enfermeras que pasaban, los ruidos de las máquinas le confirmaban que ella estaba allí en el hospital. Su lógica le hacía pensar que se estaba volviendo loca como consecuencia del shock.

En ese instante, Facundo abrió los ojos, la miro y le dijo: “Yo sabía que esta vez te tenía que salvar yo a vos”.


Cuento que forma parte de la compilación “La Venganza” de Ed. Dunken.

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