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Él y el tren


Dedicado a Liliana Piorno

1

“Yo, para todo viaje, siempre sobre la madera de mi vagón de tercera, voy ligero de equipaje” Antonio Machado

El sol ha comenzado a desvanecer su fuerza, iniciando su sanchopancesco descenso. Comienza a colorearse el paisaje de un intenso dorado formando a su vez sombras tenebrosas, alargadas.

Soy el tren de noche. He llevado a cabo frecuentemente este recorrido. Sin embargo, no deja de parecerme vivificante mi traqueteo que se ha convertido en algo asiduo y vigorizador. Reconozco con orgullo el chirrido del ruido de los frenos, el vapor que emana de la máquina cuando reanuda su trayecto. Reconozco mi idiosincrático olor, el ir cansino cuando las vías no están en buenas condiciones. Ver apenas como un borrón las casas pegadas a las vías. Aminorar la marcha, ya acercándome a la estación y divisar la casa del cambista imaginándome sus vidas, fantaseando con sus nombres, sus hábitos, sus vivencias.

Avanzo despacio, y el ruido de mis frenos va señalando la llegada, El murmullo crece en los coches y los pasajeros comienzan a movilizarse. Es que llegar en algunos a destino suscita que la adrenalina les haga levantar sus voces y que esa sensación de dejarme provoque en ellos paradójicamente alegría y tristeza a la vez.



2

“Viajar. Asimilar horizontes. Huir lo viejo. Arrancarse de lo conocido. Beber lo que viene. Tener alma de proa.” Ricardo Güiraldes

Las luces se encienden totalmente dándole a la vieja parada un toque de algarabía y pandemónium. Los jóvenes pasean por el andén, sonrientes y seductores convirtiéndola en un lugar de encuentro con Cupido. Los pasajeros manipulan con nerviosismo sus equipajes acercándose cada vez más al lugar por donde subirán. Los que esperan a los que llegan muestran su ansiedad de verlos pronto; la Virgen los observa brindando su bendición. Los viejos bancos de material han permanecido deshabitados, demasiada inquietud, ansia, zozobra como para ocuparlos. Las antiguas cenefas del techo acorralan la abundante luz para que ese feliz momento quede en la historia de la estación.

El convoy ha llegado y su gigantesco rejunte de fierros está ahí, desafiante, altanero, sabedor de lo que provoca en miles de almas. Pero, hay alguien más en ese lugar, que cual simbiosis con el tren sienten lo mismo. Sonríe, él también sabe que cada llegada, y cada partida significa un logro, una etapa cumplida, es él Jefe de esa terminal. Si, él es el que repara en todo y en todos, los que suben y los que bajan. Él logra escudriñar los rostros que evidencian los sentimientos más encontrados de alegría y melancolía, de padres que no quieren que partan sus hijos, de viejos amigos a quienes les será casi irrealizable volver a encontrarse. Sondea a los amantes que no quieren separarse, descubre las sonrisas, las lágrimas y las manos tirantes en las ventanillas…

Mira esos fierros retorcidos, ese titán majestuoso, imponente que tantas emociones le ha provocado a su corazón a lo largo de su vida como Jefe y que intuye lo llevará a una estación sin retorno. Sabe que cada tren es su vida y su pasión. Porque como ocurre en la existencia de todo ser humano, al subirse a ese tren los pasajeros encontraran a aquellos de los cuales no querrán separarse jamás. Por momentos irán solos con sus sueños, fantasías, desafíos, encuentros, esperas, despedidas. Subirán otros que serán reveladores por el mensaje que vienen a brindarles, como también ellos serán relevantes en la vida de otros. Habrá de esos, en los que nadie reparó nunca y su asiento está vacío, no registrarán su ausencia, pasarán tristemente desapercibidos, inadvertencia que también hicieron con su presencia.



3


Sobrevendrán aquellos que representan sus afectos más queridos, y que al bajarse desearan que no sea así, trataran de impedírselo, pero todo será inútil. Sabrán que los estarán perdiendo para siempre. Eso tendrá el carísimo costo de admitir su ausencia, y solo la dulce añoranza de ellos les impedirá olvidarlos. El no olvido, la memoria, la evocación a través de los recuerdos hará mantenerlos vivos y vencer así, la llegada a la última estación.

Éste tren partirá, pero vendrán otros repitiendo su bamboleo férreo, el resuello y el vapor de la máquina, su traqueteo, llevándolos hacia donde quiera el destino.



4

“Dicen que viajando, se fortalece el corazón, pues andar nuevos caminos hace

olvidar el anterior” Verso de la canción “Solo se trata de vivir” de Lito Nebbia


El silbato del conductor se oye estridente en la quietud de la noche. Porque en él va el grito ahogado de angustia del Jefe: otro tren de la noche que se marcha, otro pedacito de su alma que parte. El convoy comienza su andar parsimonioso, como no queriendo emigrar conociendo el sentir del Jefe. Ambos presienten que será su último encuentro, comprenden que no habrá más pasajeros, que ya no divisaran con expectativa y ansiedad la diminuta luz al acercarse, ni verán las manos agitando un adiós perdiéndose en la inmensidad de la noche.

El corazón del Jefe se va con el tren. Y nunca más volverá. Nunca más.


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