Dos Historias
Ilustración realizada por el artista plástico Roger Waldhorn para este cuento.
“Acaso estas dos historias que he referido son una sola historia.
El anverso y reverso de esta moneda, son, para Dios, iguales”.
Jorge Luis Borges - “Historia del Guerrero y la Cautiva” (en: El Aleph)
“... las historias y mitologías diferentes refuerzan el concepto de igualdad humana”.
H. Walter Cazenave
El mencey Aktanasut, último rey de los guanches, pobladores originarios de las Islas Canarias, se aproxima al paso de Adamacansis para encontrarse con su primo, el guanche cristianizado Juan De Palma. No sabe de la traición de este, que lo ha entregado a los españoles a los que sirve. Los soldados al mando del comandante Alonso Fernández de Lugo lo rodean. Los pocos hombres que acompañan a Aktanasut - pues no esperaban una batalla – no tardan en caer. El rey no se piensa prisionero y decide pelear. Pero es en vano intentar resistirse; lo golpean, lo arrojan al suelo y le colocan grilletes en sus manos y pies. Es entonces cuando divisa a su primo junto con el comandante Fernández, y grita “Vacaguaré”. El traidor se apura a traducir al castellano el terrible significado de aquellas palabras: “Quiero morir”.
Sus captores lo abordan a un navío rumbo al continente. Le esperan humillaciones, cárcel y esclavitud al llegar a Castilla. Aktanasut lo sabe, por ello se niega a comer durante el largo trayecto, repitiendo una y otra vez “Vacaguaré” como una extraña letanía. Murió en Alta Mar antes de llegar al Puerto de Sevilla.
Tal vez porque la historia guste de repeticiones, o tal vez porque se trata de la misma historia, casi cuatrocientos años después el cacique Baigorrita, señor de los rankeles de La Pampa, se ve emboscado por soldados al mando del sargento Ávila en la confluencia de los ríos Agrio y Neuquen. Los rémington de la caballería hacen fuego. Son certeros. Muchos caen. Baigorrita también es alcanzado por una bala; la herida es profunda. Débil, ordena la retirada de sus hombres. Ayudado por su lanza se incorpora y monta a caballo. Extrae el cuchillo de la cintura y aguarda amenazante a los soldados. Pero su estrella ha dejado de brillar. Un golpe basta para derribarlo.
Baigorrita esta inconsciente pero vive. El sargento Ávila sabe que es mejor así y ordena que sus heridas sean atendidas. Es consciente que entregar vivo a uno de los últimos caciques rankeles le significará distinciones y tierras. El trayecto hacia el fortín se hace lento para no causar mas daño al prisionero. En el camino Baigorrita despierta y se sabe cautivo. Quizá sintió lo mismo que Aktanasut en las galeras españolas: las humillaciones, la prisión y el trabajo forzado en las estancias de los vencedores. Eso era inaceptable, está dispuesto a ser libre hasta el final. Se arroja del caballo ante la sorpresa de toda la tropa y grita: “Baigorrita no cautivo. Baigorrita no llevando...!”. Enfurecido se arranca las vendas que cubren sus heridas y comienza a manar sangre a borbotones. Los soldados no consiguen someterlo. “Baigorrita no cautivo”: el grito se hace mas débil a medida que el suelo a sus pies se tiñe de rojo. “Baigorrita no llevando” grita casi sin fuerzas cuando lo asesinan al ver que no pueden apresarlo con vida.
Esa noche, el encargado de redactar el parte militar, reseña los acontecimientos de la jornada, enfatizando especialmente lo referido a la muerte del guerrero. No sabe que una historia similar, o acaso la misma historia, ya ha sido escrita cuatrocientos años atrás, en una crónica que duerme en algún archivo de Castilla.
Santa Rosa, 28 de julio de 2007.
Segundo Premio de Cuento en Certamen Literario Bienal de Cuento y Poesía “Juan Ricardo Nervi”-Edición Centenario de Eduardo Castex (Eduardo Castex, 2008) y publicado por Rupestre. Publicación cultural, Toay, N° 1, julio de 2009.